Un escritorio improvisado junto a una ventana con cortinas, donde hay una laptop encendida, una taza de café y una cámara fotográfica sobre la mesa.

Cuando te encuentras sumido(a) en la soledad, esperando una nueva conversación con esa persona que siempre estuvo a tu lado, y descubres que ya no está porque su partida se adelantó sin explicación, tu vida empieza a sentirse como una película sin guion ni escenas claras para continuar la historia.

Todo se convierte en flashbacks, flashforwards, secuelas y precuelas; una sucesión de imágenes desordenadas que perturban la tranquilidad y que, a veces, invitan a rendirse. Así me sentí durante mucho tiempo.

Pero en medio de esa confusión volvió a aparecer Él: mi salvador, protector, piloto de mi vida y director de mi historia, Dios. Con su amor me abrazó y me dijo: “Aquí estoy. Detente un instante, siente mi presencia, no estás solo, respira y continúa”. Obedecí, y en una de esas respiraciones llegó una idea: ¿por qué no darle orden a estas escenas?, ¿por qué no construir una historia que no solo expresara lo que sentía, sino que también transmitiera empatía y esperanza?

Eran casi las tres de la mañana cuando me levanté a dar gracias a Dios y me senté a escribir. Las palabras llegaron solas, como un dictado fluido que no necesitaba detenerse. Las imágenes eran tan claras que solo tenía que seguirlas.

Con el tiempo, la escritura se volvió una rutina maravillosa. Me dejaba llevar durante horas sin corregir nada en el momento; luego, al releer lo escrito después de un reposo, revivía lo narrado y podía continuar. Leer mis propias palabras con el corazón me regalaba la experiencia de redescubrir lo vivido, y también el reto de equilibrar al editor con el escritor que solo quiere contar, sin filtros, lo que arde por dentro.

Fue difícil empezar, porque durante mucho tiempo rechacé mi profesión: ella —mi esposa— hacía parte de todo. Compartíamos el oficio, los amigos, el trabajo. No se trataba de olvidarla, sino de evitar el dolor de los recuerdos. Pero ese dolor me enseñó que debía transformarlo en algo mejor. Ella siempre creía en el propósito de cada cosa, así que empecé a escribir como un diálogo: conmigo, con Dios, con ella. Cada texto era un desahogo, pero también una forma de sentir cómo el peso se transformaba en un amor distinto, profundo, que no depende de la materia para expresarse.

Al ver todo lo escrito, comprendí que debía organizarlo para crear algo real. Entonces retomé lo que había dejado: la habilidad de narrar a través de la imagen. La emoción fue tan grande que sentí a mi esposa más cerca, ayudándome a ordenar como lo hacíamos antes. Incluso en sueños me mostró escenas, lugares y detalles. Por eso digo que El Regalo lo construimos entre los dos.

Allí entendí la magnitud de mi labor como editor: después de tantos años, descubrí que sí sabía contar historias y despertar emociones. Encontré un nuevo propósito. Antes, mi motor era mi familia; al quedarme solo, necesité algo que me motivara. Dios me dio El Regalo: un sueño y una meta, no solo para mí, sino para quienes callan su dolor por miedo, responsabilidades o porque la sociedad dicta que “ya es hora de seguir adelante”. La verdad es que siempre habrá momentos de nostalgia, tristeza o rabia.

El Regalo no es una terapia ni una consolación. Es trascender. Es mostrar que el dolor puede transformarse y que el tiempo no es lo que cura, sino lo que nos invita a crear.

Así, empecé a ordenar todo: notas, recuerdos, roches mentales. La gran pregunta era: ¿qué quiero contar? y, sobre todo, ¿por dónde empezar? Muchos dirán que desde el principio, pero ¿cómo saber cuál es el inicio cuando la historia tiene tanto material? Yo decidí comenzar por el punto de quiebre: el dolor, que también es el lugar de la reflexión.

No busco provocar compasión. Quiero, a través de estas experiencias, dar voz a miedos que son también los de otros, y al mismo tiempo recordar los momentos de amor, las caricias, los gestos que marcaron la vida compartida.

Porque no se trata solo de ser fiel a un guion, sino de transmitir un sentir. Que las imágenes, los silencios y cada detalle hablen desde el alma. Que el amor se muestre desde otro ángulo del corazón.

 

No quiero sonar cursi ni crear expectativas falsas. Solo quiero compartir con ustedes el inicio de esta aventura: hacerlos partícipes de un camino que me emociona en cada avance y que espero también los emocione a ustedes.

12 Responses

  1. Alexander, veo en tí a alguien que realmente quiere encontrar el verdadero sentido a la vida y sabes, ese es JESUCRISTO, no hay más, todo cuanto pasa en nuestras vidas tiene un propósito para poder trascender hacia la eternidad, recuerda , el paso por esta tierra sólo es transitorio

  2. Señor Alexander
    Sus palabras reflejan un corazón herido, pero también un alma que se sostiene en la fe. Oro para que el Espíritu Santo te fortalezca cada día y renueve en ti la certeza de que el Señor nunca te abandona. Que en medio del dolor encuentres refugio en la presencia de Dios, y que su paz, que sobrepasa todo entendimiento, sea su consuelo constante.
    Que el amor infinito de nuestro Padre Celestial le abrace, que Cristo Jesús sea su esperanza viva, y que el Espíritu Santo le dé luz para caminar en esta nueva etapa. Aunque la ausencia duele, la fe en Dios regocija el alma y mantiene viva la esperanza de un reencuentro en su gloria.
    Con todo mi respeto y solidaridad.

  3. Hoy, por primera vez conocí tu historia, me dolió mucho pero también me enseño que cuando uno ama también deja ir, ver cómo a pesar de amar dejaste ir, sin rencores pero mirando desde lo profundo del alma que primero esta un, cómo ser humano, gracias , señor Alex, si, supieras como me ayudó tu testimonio.. inmensamente agradecida

  4. Buen día, ver tu historia… Y su complejidad toca mi corazón… Y llegar aquí y leer estas palabras es tal vez ver más halla y recordarme que Dios nuevamente ratifica que No estamos solos y que el dolor se transforma y es eso lo que me inquieta al leerte y me cuestionó como hacerlo … Dios siga guiando este proyecto

  5. Conoci tu historia en el podcast y quedé perpleja, un espacio donde se abordó el tema de una manera muy profesional. Gracias por contar tu historia, eres buen tipo!
    Y gracias por hacernos parte de este proyecto de sanación, Dios te bendiga y cumpla tu propósito en ti, el cielo lo arrebatan los valientes!

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