
El impulso
A veces, buscando algo que me devolviera el impulso para iniciar una vida con propósito, salía por horas a algún parque, para sentir, en el contacto con la naturaleza y sus sonidos, una tranquilidad que me permitía estar a solas con mis pensamientos. Quería encontrar un mensaje en mi cabeza, una de esas señales que creemos que Dios nos dará de forma milagrosa o mágica, si cabe el término. Tomaba mi bicicleta y, a veces, pedaleaba más de tres horas. Me encontraba con mis reflexiones y, en lo más hondo, con el dolor y la tristeza. Pedalear me hacía gritar por dentro, soltar todo lo que estaba sintiendo. A mi mente llegaban miles de imágenes sin editar. Creía que había